Su gatito es raptado por algo que se esconde en el bosque, pero el vecindario no sabía que era un peligro para todos

Aquella primera noche durmió acurrucada en el recoveco de su codo, temblando cada vez menos a medida que pasaban las horas. Lisa la llamó Nina, aunque no sabía muy bien por qué, pero le pareció el nombre adecuado. Suave. Un poco anticuado. En las semanas siguientes, Lisa reorganizó su vida para la gatita.

Instaló una percha en el alféizar de la ventana, acolchada con una bufanda vieja. Vació un cajón del fondo de la cocina y lo llenó de juguetes que compró por capricho. Incluso renunció a la silla de su escritorio, porque Nina la había reclamado. La gatita era pequeña, pero tenía una forma silenciosa de expandir su presencia.