Un padre repudia a su hijo recién nacido y acusa a su mujer de ser infiel

Las siguientes veinticuatro horas pasaron como una niebla de la que no podía escapar. Emily siguió con su rutina: alimentar, cambiar, mecer al bebé, pero sus pensamientos nunca abandonaron el aparcamiento de la clínica. Cada vibración de su teléfono hacía que su corazón se estremeciera. Cada silencio lo empeoraba. Cuando por fin recibió la llamada, era temprano por la noche.

James había llegado a casa sin avisar, pálido y demacrado, con los ojos hundidos por la falta de sueño. Estaban sentados a la mesa de la cocina, con el vigilabebés zumbando suavemente entre ellos. El teléfono sonó de repente. James contestó. «Sí, soy James Parker» Escuchó durante varios segundos, con la cara sin color. A Emily le dio un vuelco el corazón. «¿Qué?», susurró.