El Dr. Nathaniel Hart llevaba décadas persiguiendo preguntas que sólo el océano podía responder. Los arrecifes de coral eran su obsesión, sus patrones de blanqueamiento su vida. Para él, cada inmersión era una peregrinación. Creía que el arrecife guardaba secretos de supervivencia y del frágil vínculo de la humanidad con el futuro del planeta.
Su tripulación respetaba su devoción. Estudiantes, voluntarios y viejos marinos confiaban en él. Nathaniel inspiraba calma, incluso cuando arreciaban las tormentas o fallaban los equipos. Su voz transmitía autoridad y calidez, una mezcla que tranquilizaba a los buceadores más jóvenes. Seguirle a las profundidades era más fe que deber.