En pocos minutos, Derrick fue contratado provisionalmente. Trabajaría durante la noche, reponiendo los estantes y llevando la caja registradora si era necesario. El alivio chocó con el pánico. Sólo tenía unas horas para reunir el dinero suficiente para la operación de Rusty. Cada segundo que pasaba parecía el tic-tac de un reloj.
La oscuridad se cernía sobre el aparcamiento mientras Derrick se colocaba detrás de una caja registradora poco iluminada. Sus primeros clientes eran vagabundos trasnochados en busca de tentempiés o artículos de última hora. Tanteó los códigos de barras y luchó por mantener a raya el cansancio. Sin embargo, cada pitido del escáner le parecía un progreso.