Llevaba un registro en un cuaderno de espiral, pero seguía sin encontrar un patrón. Marianne lo había hecho parecer fácil. Ojalá hubiera hecho más preguntas entonces. Cada mañana, salía con su café y observaba el viñedo.
Ahora le dolían más las rodillas y el frío le mordía con más fuerza, pero la tierra seguía dándole sentido. Arrancaba las malas hierbas, analizaba el suelo, cambiaba las estacas rotas. Era meditativo. Incluso curativo. Hasta que las cosas empezaron a cambiar.