Amber se inclinó, su voz lo suficientemente aguda como para cortar. «En serio, Richard. Mira a tu alrededor. Aquí nadie quiere que le vean contigo» El pasillo se quedó en silencio. Algunas personas intercambiaron miradas más divertidas que comprensivas. Alguien soltó una risita. Otro susurró: «Ay» Y entonces llegaron las risas. Crueles, ruidosas y sin disculpas.
Las risas le siguieron por el pasillo. Algo dentro de él se quebró. Richard no fue a clase el resto del día. Salió furioso del edificio, empujando las puertas laterales con tanta fuerza que una rebotó contra la pared de ladrillo. Algunos alumnos lo vieron irse, con los hombros rígidos y la respiración agitada, pero nadie lo detuvo.
