Richard Hale solía creer que empezar de nuevo sería lo más fácil del mundo. Una nueva escuela. Nuevas caras. Nuevas rutinas. Pensaba que simplemente podría entrar en un edificio diferente, sentarse en un pupitre nuevo y reescribirse tranquilamente. Pero Westbrook High no funcionaba así.
Los grupos de amigos ya estaban cerrados. Círculos estrechos construidos a lo largo de años de clases compartidas, fiestas de cumpleaños, partidos de la liga juvenil y jerarquías tácitas. Richard llegó a mitad del penúltimo año, el peor momento posible para ser «el chico nuevo» No tenía una etiqueta que lo definiera, ningún deporte en el que destacara, ningún club que lo reclamara, ninguna personalidad ruidosa que exigiera atención.
