Su hijastra se quedó con la herencia de su marido y recibió una sorprendente carta del banco

Gwen estaba de pie en el pasillo, la casa resonaba a su alrededor. Toda la calidez de la semana anterior se agolpaba en su memoria. Cada pequeña gentileza parecía ahora escenificada, ensayada. Gwen se sentó en la silla. Sentía el cuerpo hueco. Su mente no paraba de dar vueltas.

Quería llorar, gritar y tirar cosas, pero se sentía demasiado entumecida para hacerlo. Primero perdió a su marido y luego la engañaron para que perdiera su casa y todos los recuerdos que habían construido juntos.

Se sentó en el borde de la cama, mirando a la nada, aturdida por la rapidez con que se habían llevado todo. Se sintió tonta por haber confiado en Elizabeth. No podía hacer nada para evitarlo. Por fin se soltó y dejó correr las lágrimas. Lo que Gwen no sabía, sin embargo, era que su desdicha no iba a durar tanto tiempo…….