Un perro de un refugio llora cuando adoptan a su hermano. Lo que le ocurrió después fue desgarrador

Chuchos. Eso decía la nota. Nada más. Gabby se puso furiosa. Eran bebés, ciegos, temblorosos, inocentes. Se había sentado con ellos durante horas aquella primera noche, dándoles el biberón cada tres horas. Quizá por eso la seguían a todas partes como si fuera su madre.

Ahora tenían dos años. Seguían en el refugio. Seguían juntos. Siempre juntas. Juno y Juniper nunca habían pasado un solo día separadas. Gabby se aseguró de ello. Les llevaba juguetes nuevos cuando podía, siempre les daba más golosinas de las permitidas por protocolo.