Un perro de un refugio no dejaba de mirar a una niña que lloraba en el hospital, y una enfermera fue testigo de un milagro

Al principio, a Maya le pareció dulce. Luego se dio cuenta de que apenas parpadeaba en esos momentos. Era como si estuviera midiendo algo que sólo él podía oír. A veces, cuando Lily dormía, levantaba la cabeza de repente, alerta, y miraba fijamente su pecho hasta que el ritmo de su respiración se calmaba.

Una tarde de tormenta, las luces parpadearon en la sala. Los generadores de emergencia zumbaron, pero brevemente -demasiado brevemente- los monitores se apagaron. Milo empezó a ladrar salvajemente, con las garras raspando las baldosas. Sus gritos atravesaron la tormenta justo cuando Lily jadeaba.