Clara aportó a la vida de Adam una calidez constante de la que no se había dado cuenta. Su presencia lo tranquilizaba: su voz, su serena competencia, la forma en que podía hacer que el caos pareciera manejable con sólo estar allí. Se dio cuenta de que dependía de ella más de lo que nunca había admitido.
Con el tiempo, su relación se convirtió en el ancla de sus días. Las tensiones del trabajo, las pequeñas molestias, todo se suavizaba cuando cruzaba la puerta y la veía allí. Para Adam, aquellos años con ella fueron los más felices que recordaba en su vida adulta.
