El motor zumbó suavemente hasta que el viento llenó la vela y luego todo quedó en silencio, excepto por el ligero tintineo de metal contra metal. La tierra se desvanecía tras ellos. Una hora más tarde anclaron en una cala. Era un lugar tranquilo: aguas verdeazuladas, dunas de arena pálida.
Había salido el sol y Catherine se sentía bien, cómoda con su holgado vestido de lino. Sabía que el embarazo había cambiado su aspecto, pero en aquel momento se sentía segura de sí misma. John cogió su vieja cámara y le preguntó si podía hacer unas cuantas fotos para su álbum de recuerdos. Ella accedió, pero le advirtió que nada de ángulos incómodos.