Un hombre fotografía a su mujer embarazada a bordo de un yate y ve algo irreal al fondo.

El tiempo parecía torcerse: diez minutos, quizá cuarenta. John no tenía ni idea de cuánto tiempo estuvo paseando por el pasillo hasta que una enfermera salió y esbozó una pequeña y cansada sonrisa. «Ya puede pasar» John la siguió, con el corazón en la garganta. La puerta se abrió a una habitación luminosa. Las máquinas sonaban en silencio.

Catherine estaba tumbada sobre unas almohadas blancas, con la piel enrojecida y los ojos vidriosos pero claros. En el hueco de su brazo había un pequeño bulto envuelto en tela de hospital. «Se llama Maren», susurró. «Viene de marinus, que en latín significa ‘del mar'»