Un hombre fotografía a su mujer embarazada a bordo de un yate y ve algo irreal al fondo.

Se quedó de pie frente a la sala de maternidad del hospital. La ropa mojada se le pegaba fría a la piel. No podía sentarse. No podía pensar con claridad. Cada minuto era más largo que el anterior. ¿Y si el estrés había hecho algo? ¿Y si la ayuda había llegado demasiado tarde?

Se paseó por el pasillo, contando baldosas, repitiendo todo, desde el rescate de la ballena hasta la bengala, hasta la forma en que Catherine se había agarrado a la barandilla con dolor. Por favor, ponte bien. Apretó los puños y miró fijamente las puertas dobles cerradas. No había noticias. Ningún sonido. Sólo el zumbido antiséptico del aire del hospital.