En lugar de eso, buscó la agencia en Internet. La página web estaba llena de colores suaves y cálidas palabras sobre «consentimiento mutuo» y «respeto a la intimidad» Leyó sobre las estrictas normas de contacto, las capas de leyes que se interponían entre ella y cualquier posible verdad. Cada frase era como otra puerta que se le cerraba en la cara.
La lluvia difuminaba las luces de la ciudad en una neblina de acuarela. Mara apretó aún más el edredón, mientras su mente trabajaba. Si no podía acudir a los canales oficiales, tendría que encontrar otra forma, algo más tranquilo, algo que sólo le perteneciera a ella. Y en cuanto lo pensó, supo que lo llevaría a cabo.