Miró hacia las ventanas de rehabilitación, donde aún brillaba una única luz. En algún lugar detrás de aquel cristal, un geólogo volvía a aprender días normales llenos de café, conversación y el extraño lujo de ser escuchado. La tierra bajo la ciudad estaba en calma por ahora, su mensaje finalmente reconocido en lugar de ignorado.
Mientras Helen caminaba hacia su coche, el suelo se sentía sólido porque, cuando se movía, alguien había escuchado a tiempo. Pensó en las primeras palabras que había pronunciado a través de su garganta rota. Sonrió al pensar en el tiempo que había esperado su advertencia y en cómo podría haberles salvado a todos.
