De vuelta en el Memorial, Helen encontró a Caleb medio despierto, a la deriva entre mundos. Las máquinas zumbaban a su alrededor, pero por una vez el suelo se sentía firme. Le cogió la mano. «Han visto tu trabajo», le dijo. «Ahora están actuando en consecuencia. Evacuaciones. Liberación de presión. No llegaste a publicarlo, pero por fin te escucharon»
«Tú… me escuchaste», respiró él.
«Dejaste pruebas», respondió ella. «Acabo de desempolvarla»
Intentó reírse, pero le salió un suspiro de alivio, un peso que abandonaba su pecho. En algún lugar muy por debajo de ellos, los taladros perforaban la roca para ayudar a la tierra a exhalar.
