Una tarde, cuando Rachel le describió la cresta donde una vez la había llevado de excursión, algo encajó en su sitio. La mirada de Caleb se agudizó. «¿Construyeron… más?», consiguió decir. Rachel se quedó paralizada. «Sí», dijo lentamente. «Después de que desaparecieras, se expandieron. Casas. Tiendas. Dijeron que los informes lo autorizaban» Su respiración se entrecortó, y esta vez las palabras llegaron con más fuerza.
«No… despejado», susurró. «Presión… atrapada» Las sílabas estaban entrecortadas, pero la intención había cambiado. Ya no eran términos extraviados; eran partes de una frase, fragmentos de una advertencia que había intentado pronunciar diecisiete años antes y nunca había terminado.
