Ese momento no necesitó informe de laboratorio. La identidad de Caleb se confirmó a través de la memoria, tanto emocional como procesal. Helen lo documentó para el registro oficial, aunque las palabras le parecieron inadecuadas. En ese instante, Caleb Ward volvió a existir, no como un número, sino como un hombre con historia, y una advertencia que nadie había escuchado del todo todavía.
A partir de entonces, Rachel rara vez se separó de él. Hablaba en voz baja de su infancia, de sus padres, de los años que pasó enviando correos electrónicos a la policía y a las universidades antes de darse por vencida. Al principio, sólo atinaba con su apodo y algunas sílabas dispersas. Pero cuanto más hablaba ella, más se alargaba su discurso en torno a su voz.
