Él asintió rápidamente, tragando saliva. «Sí. Claustrofobia, supongo. O tal vez la oscuridad» Sonaba endeble incluso para sus propios oídos. La expresión de Rose no se alivió, pero no le presionó. El barco siguió adelante. Lucas se quedó quieto, con el corazón latiéndole como si acabara de escapar de algo invisible.
Fuera, el sol brillaba demasiado. Rose le agarró la mano con más fuerza que de costumbre. «Me has asustado», le dijo. Lucas sonrió débilmente. «Lo siento. Debe haber sido un momento raro» Pero no podía dejar de pensar en ello. El océano. La pasarela. Esa muñeca. Se sentía… real.