Últimamente, Lucas no podía librarse de las extrañas visiones: la sal en el aire, el chillido de las gaviotas, el golpeteo rítmico de unos pies pequeños sobre una pasarela metálica. Llegaban sin previo aviso, destellos de recuerdos tan vívidos que parecían prestados. Como ecos de una vida que no recordaba haber vivido.
Nunca había pensado mucho en su infancia. Los años anteriores a los seis siempre habían sido un borrón silencioso y, en su mayor parte, eso no le había molestado. Pero hoy, en Acción de Gracias, rodeado de calor y risas, se sentía como un cuento al que le falta el primer capítulo. Y, por primera vez, el silencio de esos años perdidos le inquietaba.
Aun así, Lucas sonrió, entabló conversaciones triviales e intentó perderse en el remolino de voces familiares y el reconfortante aroma a canela y pavo asado. Lo que no sabía, lo que nadie podía saber, era que ese Día de Acción de Gracias lo revelaría todo. Que al final, su vida no se parecería en nada a como la recordaba …….