«No», cortó Helen, con la voz temblorosa ahora, pero firme por la convicción. «No se trata de unas vacaciones. Es una venganza por todos los años de abandono. Por tratarme como ayuda y no como familia. Quiero a esos niños, pero no puedes desaparecer y volver como si nada» Por una vez, Lisa no tuvo respuesta. Sólo silencio.
Entonces, en voz baja: «Está bien», dijo. «Si eso es lo que sientes» La línea se cortó. Helen permaneció sentada durante largo rato, mientras el tono de llamada se perdía en el zumbido de la casa. Colocó el teléfono boca abajo sobre la mesa, con su reflejo mirándola débilmente desde la pantalla oscura. Por una vez, no lloró. Se limitó a susurrar a la habitación vacía: «Esto se acabó»
