Durante un largo momento, lo único que Elías pudo oír fue la respiración superficial y entrecortada del anciano. Parecía más pequeño de cerca, pálido y tembloroso, con el traje de neopreno roto a lo largo de un hombro. Elías se agachó a su lado. «Estás herido. Tenemos que sacarte de aquí»
El hombre abrió los ojos. «No puedo», susurró. «Mi manguera de aire se rompió en las rocas. Perdí presión antes de poder salir» Edwin se acercó, con voz temblorosa. «¿Has estado aquí todo este tiempo?»
