Un pescador encuentra una cadena gigante oxidada: los lugareños le advierten que no la toque

Las gaviotas volaban en círculos sobre él, gritando como advertencias que nadie escucharía jamás. Estaba apretando la última correa cuando sonaron pasos detrás de él. «¿De verdad piensas volver ahí fuera?» Elías se volvió. A unos pasos había un hombre, delgado y curtido, con el rostro arrugado por los años pasados en el mar. Sus ojos, sin embargo, contenían algo crudo, algo que buscaba.

«Depende de quién pregunte», dijo Elias. «Me llamo Edwin» El hombre se acercó. «Estuviste en el bar anoche. Te oí hablar con Collins» Elias asintió. «Así que tú eres al que no dejan acercarse al agua» La mandíbula de Edwin se flexionó.