Mientras se adentraba en la fría noche, el sonido de las olas se elevaba débilmente tras él, firme como la respiración. En algún lugar de la oscuridad, más allá de los muelles, la cadena esperaba y él sabía que volvería por la mañana.
La mañana llegó gris y lenta, el tipo de amanecer que hace que el mar parezca de hojalata. Elías avanzaba con paso tranquilo por el muelle, con su respiración fantasmagórica en el aire frío. Cargó su equipo en la embarcación: botellas de oxígeno, máscara, aletas, una lámpara estanca y una pequeña unidad de sonar que aún olía ligeramente a petróleo.
