La floristería de enfrente envolvió lirios blancos y rosas rosa pálido en suave tejido. Ethan imaginó la sonrisa soñolienta de Lina cuando las viera. Se tomó su tiempo para cruzar de vuelta y se detuvo a tomar un café del puesto de venta, saboreando la extraña y boyante calma tras horas de cruda intensidad.
Cuando regresó, la puerta de la habitación 314 estaba entreabierta. La abrió de un empujón, con el ramo por delante. La cama estaba vacía, con las sábanas arrugadas, aún conteniendo la figura de Lina. El moisés estaba vacío. Sobre la mesa, junto a la tarjeta sin abrir, había un vaso de agua medio lleno. La cortina se balanceaba ligeramente en el aire quieto.