La visión fue a la vez un alivio y una conmoción. La pesadilla de las operaciones del Dr. Goldberg había quedado al descubierto, pero el verdadero peso de su tarea estaba lejos de terminar. En el momento en que los ojos del Dr. Goldberg se posaron en ellos, su rostro perdió todo el color y su fachada de seguridad se desmoronó en un instante.
Su voz, normalmente tan autoritaria, se quebró de miedo cuando balbuceó: «¿Qué hacéis aquí?» Kiara, hirviendo de rabia, dio un paso al frente. Su voz, firme pero cargada de veneno, cortó el aire como un cuchillo.