Rowan tragó saliva y asintió. No le importaba tanto el reconocimiento como que la historia por fin se contara correctamente. Durante años, los susurros habían reducido la muerte de su padre a mala suerte o incompetencia. Ahora, los registros y las firmas demostrarían que murió intentando sacar a la luz la verdad.
Semanas después, en una rueda de prensa, los funcionarios describieron el escándalo. Se leyeron nombres, se anunciaron cargos y se habló de fondos de restitución. Hablaron de un marinero de cubierta muerto hacía tiempo que había conservado en silencio registros que otros intentaron borrar, y de su hijo, que se negó a dejarse asustar cuando el mar le devolvió la llave.
