Rowan acudió a la policía, pero le ofrecieron poca ayuda. Sin pruebas de delito, sólo pudieron registrar el mensaje como acoso y aconsejar precaución. Su indiferencia le frustró, pero también le aclaró algo inquietante: fuera cual fuera la amenaza que rodeaba al Tridente, tendría que enfrentarse a ella él solo.
Decidido a seguir la pista de todos modos, decidió visitar la dirección sellada a la mañana siguiente. Era un almacén abandonado cerca de los muelles abandonados, parcialmente derruido, vallado y marcado informalmente como peligroso por cualquiera que valorara su seguridad. Rowan se sintió atraído a pesar de todo instinto sensato.
