Raymond miró hacia la casa. El viento se había levantado aún más, haciendo que círculos de nieve se arremolinaran alrededor de sus botas. Este animal no duraría mucho más, no así. Sin embargo, algo en la forma en que se quedó quieto, incluso ahora, lo inquietó.
Como si estuviera esperando. O guardando algo. Se sacudió el pensamiento. No, sólo un cerdo, probablemente escapado de alguna parte. Frío, débil, demasiado cansado para correr. Eso era todo. Pero la duda persistía. Raymond dio un último paso, lo bastante cerca como para oír la respiración superficial del cerdo.