Dos osos la llevaron al bosque: lo que encontró fue devastador

Sus dedos trabajaban febrilmente, tirando, desenredando. «Te tengo», susurró. «Te pondrás bien. Te lo prometo» Entonces, una voz. «Bueno, mira eso.» Evelyn se congeló. La voz venía de detrás de ella. Fría. Confiada. Se volvió lentamente. Un hombre salió de entre los árboles, sin afeitar, desgastado por el sol y con un cuchillo de caza al cinto.

Su rostro era inconfundible: había visto bocetos suyos en los márgenes del diario. Era el escritor. El cazador furtivo. La miró como si ya supiera quién era. «No eres de por aquí», dijo con indiferencia, mirando al cachorro. «Una pena, de verdad. Has arruinado una oportunidad muy valiosa»