Evelyn se movió con rapidez, siguiendo las notas y coordenadas que había memorizado en el diario. El terreno se inclinaba hacia abajo y el aire se volvía más frío y denso, como si el propio bosque contuviera la respiración. Detrás de ella, los dos osos se habían detenido en la línea de árboles. La osa madre soltó un resoplido bajo y contenido, pero no hizo ademán de seguirla.
Evelyn miró hacia atrás. «No pasa nada», susurró, como si quisiera tranquilizarlos o tranquilizarse a sí misma. «Yo iré Avanzó. Las ramas le azotaban los brazos y el olor a tierra húmeda le llegaba a la nariz. Entonces, justo cuando llegaba a una hondonada rocosa cerca del lecho seco de un arroyo, lo oyó. Un sonido tan pequeño y frágil que al principio podría haberse confundido con el viento.