Evelyn dio un paso adelante y se agachó junto a él. Los osos permanecieron quietos detrás de ella, sin interferir pero observando atentamente. Era inequívocamente un zapato de hombre. Robusto, al aire libre. Junto a él, parcialmente enterrado bajo agujas de pino, había un envoltorio arrugado de barrita energética. El bosque había empezado a recuperarlo, pero no llevaba mucho tiempo aquí.
Alguien había pasado por aquí. Hacía poco. Evelyn se levantó despacio, mirando a los osos. «¿Es esto lo que querías que encontrara?» El oso más pequeño emitió un suave gruñido. Volvieron a moverse. Evelyn los siguió. Pronto el bosque empezó a cambiar una vez más, de forma sutil pero inconfundible. Los árboles se volvieron más delgados y el aire más frío. El silencio se hizo más profundo.