A las seis en punto sonó el timbre. Lena y la Sra. García intercambiaron una mirada ansiosa. Había llegado el momento. Lena abrió la puerta con una sonrisa cálida y acogedora. «Hola de nuevo, pasad, por favor».
Nathan entró tímidamente y la señora García le abrazó con fuerza. Se abrazaron durante un largo rato, ambos llorando de alegría. Nathan se aferró a ella y enterró la cara en su hombro. A Lena se le llenaron los ojos de lágrimas.