Unos pescadores se acercan a un iceberg para salvar a un animal varado, pero lo que descubren es mucho más aterrador

Iqaluk asintió, con la esperanza reavivada por la determinación de Tanner. Las manos de Tanner temblaban ligeramente cuando empezó a ajustar los diales, la estática crepitaba y siseaba mientras jugueteaba con los controles, intentando encontrar la frecuencia adecuada. Al principio, sólo era ruido.

Pero siguió intentando establecer contacto con la radio del barco, negándose a rendirse. Y entonces, un destello de algo: una débil señal, una voz que se colaba entre la estática. La respiración de Tanner se entrecortó en su garganta mientras afinaba la frecuencia, con el pulso acelerado por la esperanza.