Un elefante colocaba piedras en una esquina de su recinto y los expertos descubrieron el motivo

La misma postura. La misma quietud. La misma mirada fija en el mismo trozo de suelo. María se detuvo con las llaves a medio camino del pestillo de la puerta. «Vale… no es una coincidencia», murmuró. Entró en el hábitat despacio, sin querer asustar a los demás.

El elefante toro se le acercó primero, graznando suavemente y dándole un codazo en el brazo. Parecía bastante relajado, pero no se acercó a Lila. Ninguno lo hizo. Era como si se hubiera trazado una línea invisible alrededor de aquella esquina.