María dio un paso más lentamente y Lila levantó la cabeza de repente, con las orejas bien abiertas y la trompa curvada hacia arriba en un gesto agudo y dominante. Un rugido profundo y ondulante vibró en su pecho, del tipo de los que significan alto. Del tipo que significaba no dar un paso más. María se quedó paralizada.
Lila dio una zancada deliberada y se colocó justo entre María y la esquina atrincherada. Bajó la trompa, barriendo el suelo en un arco rígido de advertencia. No fue un golpe. Ni una amenaza de ataque. Una línea trazada en la arena. «Te escucho», susurró María, levantando ligeramente ambas manos y dando un paso atrás.
