Pero ninguna parecía convincente. Esa noche, María se sentó en su apartamento con la televisión en silencio, repasando el día en su mente. Ya había trabajado con elefantes angustiados. Se había enfrentado a lesiones, infecciones, viejas heridas y disputas entre manadas.
Pero nunca había visto a un elefante comportarse así. Sin fijarse en un rincón del hábitat. No ignorando a toda la manada. No pasarse el día escuchando algo que María no podía oír. Intentó alejar el pensamiento. No es nada. Sólo un estado de ánimo.
