Reuniendo a lo que quedaba del grupo de búsqueda, Samantha se puso de pie sobre el suelo irregular y se enfrentó a ellos. Su voz era ronca pero firme. «Voy a seguir buscando», dijo. «Entiendo si tienen que irse. Tenéis vuestras vidas, vuestras familias. Pero yo tengo que encontrar la mía»
Les dio las gracias -sinceramente, desde el hueco de su pecho- y les dijo que podían irse, sin juzgarles. Algunos asintieron con los ojos llorosos, otros apartaron la mirada, avergonzados. Samantha no les culpaba. No estaban obligados a ayudarla a encontrar a Juniper. Ella misma lo haría si era necesario.