Un padre repudia a su hijo recién nacido y acusa a su mujer de ser infiel

El cielo se había oscurecido pronto y los truenos se oían a lo lejos. James la llevó al hospital con una mano en el volante y la otra agarrando la suya con fuerza. El parto fue largo. Las horas se confundían entre sí, marcadas únicamente por los pitidos de los monitores y los murmullos tranquilizadores de las enfermeras. Cuando el dolor se hizo insoportable, el mundo se desvaneció. Oyó voces, sintió manos y, después, nada.

Cuando despertó, la habitación estaba en penumbra. Sentía el cuerpo hueco, pesado, con el dolor de algo monumental que acababa de pasar. Por un momento, no recordaba dónde estaba. Entonces lo oyó, un grito suave, pequeño y perfecto. Giró la cabeza. James estaba de pie junto a la cuna. Estaba de espaldas a ella. El llanto del bebé se calmó y fue sustituido por el sonido de la lluvia contra la ventana.