Un padre repudia a su hijo recién nacido y acusa a su mujer de ser infiel

Emily se acercó a ella, con las lágrimas nublándole la vista. James retrocedió hacia la puerta, con el pecho agitado. «No puedo hacerlo», dijo. «No puedo más. ¿Me oyes? Quiero el divorcio. Tú y esa niña, quienquiera que sea, podéis quedaros el uno con el otro» «James…» Pero ya se había ido. La puerta dio un portazo tan fuerte que las paredes parecieron temblar.

Emily se quedó helada, con el teléfono aún pegado a la oreja y el tono de llamada zumbando débilmente. El bebé gemía más fuerte. Se hundió en el suelo junto a la cuna, meciéndose de un lado a otro, sin susurrar a nadie: «Está mal. Tiene que estar mal» Pero en el fondo, sintió que algo se resquebrajaba, una línea que no podía ver y que atravesaba todo lo que creía seguro.