Apenas había dormido. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de aquel recibo doblado aparecía detrás de sus párpados. Prueba de ADN de paternidad. Pagada en su totalidad. Al amanecer, ya había vestido a la niña, la había atado a la silla del coche y había cruzado la ciudad antes de decidir lo que iba a decir. Agarró el volante con tanta fuerza que se le pusieron blancos los nudillos.
No sabía si quería gritar, llorar o simplemente entender por qué. El letrero de Riverton Diagnostics apareció de repente, estéril y sin pretensiones. Aparcó torcida, con el corazón latiéndole con fuerza. Dentro, el vestíbulo olía a desinfectante y papel fresco. La mujer de recepción levantó la vista, cortés pero cautelosa.
