«En absoluto», dijo el médico, tranquilizador pero breve. «Está perfectamente sana» Cuando se marchó, el silencio volvió a instalarse entre ellas. Emily estudió la carita de su hija, buscando algo familiar, algo que tuviera sentido. James estaba junto a la ventana, mirando la lluvia.
Aquella noche, cuando las luces de la sala se apagaron y el pasillo quedó en silencio, Emily se despertó y volvió a encontrarlo de pie junto a la cuna, inmóvil en la oscuridad. «¿James?», susurró. Él se volvió lentamente, sobresaltado. «Vuelve a dormirte», le dijo. Su voz era suave pero distante, cargada de algo que aún no podía admitir.
