Se presentó a la doctora, pero no a Elise. Sus ojos recorrieron la etiqueta con el nombre de Elise mientras sacaba un bolígrafo. Sin leer una sola palabra, firmó todos los formularios que le pusieron delante. «Nos ocuparemos de todo en casa», dijo enérgicamente, con un tono final y desdeñoso.
Olivia parecía más pequeña a su lado, con los hombros caídos y la cabeza gacha. Cada vez que su madre hablaba, asentía automáticamente, como una niña a la que corrigen. Elise no sabía si era obediencia o derrota. La calma de la madre mayor era pulida y parecía ensayada, como la de alguien que interpreta la maternidad en lugar de sentirla.
