Emily llegó a casa de la madre de Luke a última hora de la tarde, con el estómago hecho un nudo. No había estado en la casa desde el funeral de Luke. Le resultaba extraño estar allí de nuevo, pero lo dejó a un lado. Tenía que saber la verdad. Emily estaba frente a la casa de Margaret, con el corazón oprimido por todo lo que acababa de saber.
George, el hombre que había conocido en el crucero, se parecía tanto a Luke que era imposible ignorarlo. Su mente se llenó de preguntas, pero una cosa estaba clara: tenía que hablar con Margaret. La casa estaba en silencio cuando Emily llamó a la puerta, que se abrió para revelar la frágil figura de Margaret.