Una tarde sonrió para sus adentros mientras Brad reenviaba otro paquete de un cliente sin abrirlo. «Confío en mi gente», le había dicho Brad al director general. Ethan murmuró en voz baja: «Bien. Deberías» Aquella noche, el experimento obtuvo una nueva hipótesis: la confianza ciega es el arma perfecta.
Una semana más tarde, la empresa anunció su próxima gran presentación: una revisión trimestral de alto nivel con la junta directiva y posibles inversores. El tipo de presentación que podría hacer o deshacer carreras. Todos estaban ansiosos. Todos menos Brad, que lo veía como una invitación a la alfombra roja.