Nora trazó posibles líneas con los ojos, memorizándolas. Cuando empezaron a escalar, no lo hicieron tímidamente. La piedra caliza estaba fría y seca bajo las palmas de las manos de Ethan, lo bastante texturizada como para confiar en ella si se mantenía deliberado. Cada movimiento desembocaba en el siguiente, no porque fuera fácil, sino porque habían decidido que iban a subir hasta el final.
Nora subió unos metros a su derecha, lo bastante cerca como para que él pudiera ver la tensión en sus hombros cada vez que movía el peso. Ninguno de los dos se precipitó. Cada movimiento era deliberado, probado dos veces antes de comprometerse. Treparon casi en silencio, sólo interrumpido por el roce de la piel con la piedra y el suave resoplido de la tiza. Sin órdenes de cuerda. Ni tintineos metálicos.
