Escaladores encuentran una casa en la ladera de una montaña y echan un vistazo al interior

Aquel día escalaron juntos porque les venía bien. Siguieron escalando juntos porque nunca les salía nada mal. Nada de movimientos precipitados. Sin ego. Sólo dos personas que prestaban atención.

Al principio, todo había sido según las reglas. Cuerdas, anclajes, doble comprobación de los nudos, órdenes que resonaban en la roca. Entonces confiaban más en los sistemas que en sí mismos, y eso les parecía bien. Seguro.