Un perro callejero deja caer una hoja en la tienda todas las mañanas – Un día, el dueño de la tienda lo sigue

Pedro se detuvo cerca de la base, escudriñando el suelo, los arbustos cercanos, cualquier cosa que pudiera contener un rastro de ella. «Lola», susurró al principio, acercándose. Pero nada. La noche sólo respondía con el viento y el susurro de las ramas. Se le encogió el corazón. «¡Lola!», volvió a gritar, esta vez más fuerte. Todavía nada.

Pero entonces, un ladrido. Débil. Distante. La esperanza lo invadió como una ola. «¡Lola!», gritó, girando hacia el sonido. Otro ladrido, esta vez más claro, atravesó los arbustos. Corrió, tropezando con la hierba irregular, gritando su nombre una y otra vez, siguiendo la voz como si fuera un salvavidas.

El sonido se hizo más fuerte hasta que se detuvo en una espesa maraña de arbustos cerca del extremo del césped. Con cuidado, separó las ramas y allí estaba ella. Pero en cuanto Pedro la vio, se olvidó de cómo respirar….