Un águila se lleva a su conejito del jardín – ¡Lo que descubren los vecinos te dejará alucinado!

Por un momento, no pudo moverse. Pablo se retorcía y pataleaba en las garras del águila, su pequeño cuerpo indefenso ante la fuerza del ave. El golpe fue demasiado repentino, demasiado cruel para asimilarlo. Un grito desgarrado y desesperado brotó de su garganta, atravesando el aire igual que lo había hecho el águila momentos antes.

La gente empezó a salir de sus casas, atraída por el ruido. Los vecinos se reunieron a lo largo de los caminos y las vallas, con la boca abierta en un silencio atónito. Por encima de ellos, el águila se elevaba, con Pablo aún colgando de sus garras. Nadie dijo nada. La escena parecía imposible, pero ahí estaba.